Analizando mi práctica
profesional; concepciones, actitudes y relaciones
Dentro de mi práctica docente una de las
cosas que en últimas fechas se ha convertido en algo de vital importancia es la
reflexión sobre la misma, aunque en ocasiones no lo hago tan sistemáticamente
siempre estoy pensando en los problemas y resultados surgidos de cada clase,
pues es lo que complementa nuestra formación, ya que lo aprendido en la escuela
normal solo nos muestra un deber ser, y eso no siempre es la realidad a la que
debemos enfrentarnos, por lo que podemos concluir que es una buena manera de
“contrarrestar la superficialidad de la formación académica” (como nos dice
Perrenoud).
Dentro de las actividades realizadas en un día
de clase me llaman más la atención aquellas donde los niños intercambian
participaciones y métodos para la resolución de problemas y dilemas presentados
en el salón de clase, donde los alumnos utilizan un lenguaje adecuado para
ellos y construyen su propio conocimiento, sin el tecnicismo que en ocasiones
utilizamos los maestros, aunque en ocasiones es necesaria la orientación del
docente hacia el conocimiento. En lo anterior logramos encontrar lo expresado
por Perrenoud sobre la “acumulación de experiencias de saberes”, donde el
intercambio de estas dejan en el alumno un conocimiento realmente útil para su
vida cotidiana. Como maestro esto me sirve bastante, pues en ocasiones yo mismo
no sé cómo expresar algunas palabras de contenidos y los niños me enseñan cómo
debo ayudarlos, para estar más preparado de acuerdo a las exigencias.
Durante este ciclo escolar he tratado de
trabajar basado en este sistema y me ha dado excelentes resultados, pues
después de dar las bases sobre algún contenido ellos construyen su propia forma
de ver lo expresado por mí, y si algunos no comprenden otros ayudan a sus
compañeros y de esa forma se encaminan más hacia una profesionalización
temprana de saberes, donde están dando uso a lo que aprenden y yo como maestro
puedo anexar a mi experiencia la forma en que ellos utilizan lo aprendido.
Uno de los problemas que más trabajo me ha
costado enfrentar es el de la organización del tiempo, pues trato de obedecer
lo recomendado por los planes y programas de estudio, pero como mencioné
anteriormente una cosa es el “deber ser” y otra la realidad, pues
constantemente debo de enfrentar el quehacer de las comisiones de una
“profesión imposible” (según Freud), porque implica tareas muy complejas y
sobro todo inacabables, pues al terminar una ya está esperando la otra.
Personalmente debo enfrentar a diario la pérdida de un mínimo de 30 minutos
diarios, para dedicarlos a la comisión de banda de guerra, que tampoco puedo
descuidar, pues es parte importante de la formación de algunos alumnos y da una
buena proyección de la escuela ante la comunidad. Todo esto me obliga a
modificar mi planeación, adecuarla para que el tiempo previsto se reduzca. A
veces para solventar este inconveniente necesito recurrir a la competencia
autodidacta de mis alumnos, para que aprendan sin mi intervención, lo cual no
siempre es posible, por lo que necesito más tiempo y en ocasiones los
contenidos no quedan lo suficientemente claro, por lo que el retraso de minutos
se convierte en horas, días y semanas. El problema se vive terminando el ciclo
escolar, donde se terminan los “tiempos extra”
Como maestros debemos ser capaces de superar
este y todos los problemas que se presentan dentro de nuestro trabajo docente,
hay que innovar y trabajar en equipo, pues solos no podremos avanzar contra los
aprietos que traen consigo los desfiles, kermeses, comisiones e incluso
dificultades personales que no nos dejan cumplir con todos los días de trabajo
que idealmente se expresa en los planes y programas.
Las competencias de un maestro deben girar
alrededor de la reflexión sobre su propia práctica, pues si no somos críticos y
analíticos no lograremos avanzar hacia una educación de mayor calidad.
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